Nerium oleander: seducción, belleza, paz… y muerte.
La adelfa, conocida científicamente como Nerium oleander L., es una de esas plantas que despierta admiración y recelo a partes iguales. En los caminos, jardines públicos y márgenes de ríos del Mediterráneo, especialmente en ciudades como Toledo, es habitual ver este arbusto de flores vivaces y aspecto lustroso. Pero tras su estética impecable se oculta una historia cargada de toxicidad, resiliencia y simbolismo.
Estamos ante una especie singular no solo por sus características botánicas, sino por la huella que ha dejado en culturas milenarias, en la medicina antigua, en la literatura del Siglo de Oro español y hasta en la memoria colectiva de Hiroshima, tras la tragedia atómica. Acompáñanos en este recorrido profundo por la historia, la biología y el alma cultural de la adelfa, la flor que encanta, protege y advierte.
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Identidad Botánica: ¿Qué Hace Única a la Adelfa?
Taxonomía y Singularidad
Nerium oleander pertenece a la familia Apocynaceae, y es la única especie del género Nerium, lo que la convierte en un género monotípico, es decir, una rareza evolutiva. Fue clasificada formalmente por Carl Linneo en 1753 en su obra Species Plantarum, y desde entonces ha sido objeto de estudio y admiración.
Morfología y Floración
Se trata de un arbusto perenne que puede alcanzar entre 2 y 6 metros de altura, con una estructura robusta y múltiples ramificaciones desde la base. Su corteza es lisa y de tono grisáceo y sus hojas, dispuestas en verticilos de tres o en pares opuestos, son largas, lanceoladas y de textura coriácea. Presentan un nervio central muy marcado y visible, especialmente en el envés.
Las flores, de un tamaño que oscila entre 3 y 5 cm, son el mayor atractivo ornamental de la planta. Aparecen en inflorescencias cimosas corimbiformes y pueden ser simples o dobles, en una gama de colores que va del blanco al rojo escarlata, pasando por el rosa y el salmón. Su período de floración se extiende desde la primavera hasta bien entrado el otoño, siendo una de las más largas entre los arbustos ornamentales.
El fruto es un doble folículo leñoso en forma de vaina que, al madurar, se abre liberando semillas con vilano (pelos sedosos) que favorecen su dispersión por el viento.
Nombres que Cuentan Historias: Etimología Multicultural
Cada uno de los nombres que ha recibido la adelfa a lo largo de la historia es una cápsula de memoria cultural:
Nerium: del griego nerion, relacionado con el dios marino Nereo y las Nereidas. La planta prospera cerca del agua, y ese vínculo con entornos ribereños inspiró su nombre.
Oleander: contracción de olea (olivo) y dendron (árbol), debido al parecido de sus hojas con las del olivo.
Adelfa: del árabe andalusí al-diflà, que a su vez procede del griego daphne (laurel). Este cruce etimológico ha provocado confusiones peligrosas a lo largo de la historia.
Baladre (en catalán y en algunas zonas de Aragón y Valencia): relacionado con veratrum, un término latino para otras plantas venenosas como el eléboro.
También recibe nombres como mataburros, eriotz-orri en euskera (hoja de la muerte) y loureiro-rosa en portugués. Cada uno de estos apelativos refleja una faceta diferente: belleza, entorno natural, o advertencia.
Una Planta para Jardineros Valientes: Cultivo y Cuidados
La adelfa es un ejemplo perfecto de rusticidad mediterránea, ideal para climas cálidos y secos como el de Toledo. Su popularidad en parques, medianas y jardines obedece a su escaso requerimiento de cuidados y su vigor ornamental.
Condiciones ideales:
Luz: necesita pleno sol para crecer y florecer bien.
Suelo: tolera terrenos pobres, arenosos o calizos, siempre que drenen bien.
Riego: es resistente a la sequía, pero agradece riegos cada 4–5 días en verano; en invierno, cada 15 días.
Poda: se realiza en otoño, después de la floración, para favorecer el crecimiento de botones florales en primavera.
Atención al peligro
Su savia blanca es tóxica. Siempre hay que podarla con guantes y evitar que niños o mascotas entren en contacto con ella.
Tóxica pero Fascinante: La Química Mortal de la Adelfa
Todas las partes de Nerium oleander son venenosas: hojas, flores, tallos, raíces, e incluso el humo de su combustión. Contiene glucósidos cardiotónicos como oleandrina, neriina y digitoxigenina, que afectan al corazón inhibiendo la enzima Na+/K+ ATPasa. Su acción puede provocar arritmias letales.
Síntomas de intoxicación:
Fase gastrointestinal: náuseas, vómitos, diarreas con sangre.
Fase neurológica: mareo, desorientación, somnolencia, midriasis.
Fase cardíaca: bradicardia, taquicardia, bloqueo auriculoventricular, paro cardíaco.
Una anécdota legendaria
Durante la Guerra de la Independencia Española, soldados napoleónicos usaron ramas de adelfa para asar carne. El resultado fue letal: la savia liberó toxinas al fuego, envenenando la comida. Una historia que, aunque discutida, ha reforzado el aura temida de esta planta.
Historia y Simbolismo: De Dioses y Poetas
En la Antigüedad: Medicina y Mito
Desde tiempos clásicos, la adelfa llamó la atención de médicos y naturalistas. Dioscórides la describió en el siglo I d.C. en De Materia Medica, advirtiendo sobre su toxicidad pero mencionando su uso como supuesto antídoto contra mordeduras de serpiente cuando se combinaba con ruda. Plinio el Viejo también la citó como planta ornamental y venenosa.
En las villas de Pompeya, la adelfa aparece en frescos que decoraban los jardines, reflejando su valor estético y su conexión simbólica con la belleza exuberante y el exotismo.
En la España Andalusí: Sabiduría Práctica
En el siglo XI, el médico toledano Ibn Wāfid documentó los usos prácticos de la adelfa en medicina veterinaria y como insecticida. Aunque reconocía su toxicidad, también valoraba su utilidad bien aplicada, mostrando una visión científica y equilibrada de la planta.
En la Literatura: Belleza Peligrosa
Durante el Siglo de Oro, la adelfa se convirtió en metáfora literaria de lo bello pero mortal:
Cervantes la cita como símbolo de amargura extrema.
Lope de Vega la usa para representar a la mujer hermosa pero traicionera.
Manuel Machado, en el siglo XX, escribe: “Eres bonita y mala como la adelfa, que da gusto a los ojos, pero envenena.”
Incluso los hermanos Machado titularon una obra Las Adelfas, reforzando su carga simbólica como emblema de dualidad: seducción y riesgo, belleza y muerte.
Hiroshima: La Adelfa como Emblema de Paz
La historia de la adelfa en Hiroshima es un poderoso ejemplo de cómo la naturaleza puede convertirse en símbolo de esperanza y resiliencia ante la tragedia. El 6 de agosto de 1945, la ciudad japonesa fue arrasada por la primera bomba atómica de la historia. Se creía que, debido a la radiación, nada crecería en Hiroshima durante al menos 75 años.
Sin embargo, contra todo pronóstico, una de las primeras plantas en volver a brotar entre las ruinas fue Nerium oleander. Su floración temprana —entre los escombros, en una tierra calcinada— fue recibida por los supervivientes como una señal de vida, resistencia y renovación.
Este acto botánico de renacimiento no pasó desapercibido. La adelfa, conocida en japonés como Kyōchikutō (夾竹桃), se transformó en un símbolo colectivo de reconstrucción espiritual y física. En 1973, mediante votación ciudadana, fue oficialmente declarada flor de la ciudad de Hiroshima. Desde entonces, su presencia en parques, escuelas y espacios públicos funciona como un recordatorio viviente de la capacidad humana y natural para rehacerse tras la destrucción.
Una Presencia Cotidiana: Adelfas en Carreteras y Autovías
Además de su presencia en jardines y parques, la adelfa es extraordinariamente común en los márgenes de carreteras y autovías de toda la Península Ibérica. Esta elección no es casual: su gran resistencia al calor, a la sequía, a los suelos pobres e incluso a la contaminación la convierte en una planta ideal para estos entornos hostiles.
Su crecimiento compacto y su capacidad para florecer durante largos periodos del año la hacen estéticamente atractiva, pero también funcional: actúa como barrera visual y cortavientos, y puede incluso disuadir el cruce de fauna por su toxicidad. Gracias a su rusticidad y bajo mantenimiento, requiere pocos cuidados, lo que reduce costes en paisajismo vial.
Así, lo que podría parecer simplemente una opción ornamental es, en realidad, una decisión técnica y ecológica: una flor letal que se convierte en aliada silenciosa de la infraestructura moderna.
Enemigos Naturales y Alianzas Inesperadas
La adelfa es resistente, pero no invulnerable. Puede ser atacada por:
Cochinillas y orugas (Syntomeida epilais): que pueden defoliarla por completo.
Xylella fastidiosa: bacteria letal que seca ramas y mata la planta.
Sin embargo, aloja al pulgón amarillo (Aphis nerii), que a su vez atrae depredadores beneficiosos como mariquitas y crisopas. Así, la adelfa actúa como planta reservorio en el jardín, favoreciendo el control biológico.
Conclusión: La Flor que Nos Mira Fijamente
La adelfa es muchas cosas: una planta resistente, un peligro químico, un emblema literario, un símbolo de paz. Es parte del paisaje, pero también de nuestra historia y de nuestra cultura. Nos recuerda que la belleza puede ser letal, y que la naturaleza, incluso en sus formas más suaves, guarda secretos que solo el conocimiento puede desactivar.
Así que la próxima vez que la veas, detente. Obsérvala. Compréndela. Respétala. Porque detrás de cada flor de adelfa hay un relato que combina ciencia, mito, tragedia y poesía.
Aprende a identificarla
- Las hojas se disponen de forma opuesta o en verticilos de tres.
- Son perennes y simples.
- Tienen una forma largamente lanceolada o lanceolado-linear.
- Son gruesas y coriáceas (con una textura parecida al cuero).
- El margen de la hoja es entero, es decir, sin dientes.
- Poseen un pecíolo corto.
- Un detalle clave es su nervio central, que es blanquecino y muy prominente, del cual parten numerosos nerviecillos laterales, rectos y paralelos, formando un ángulo de unos 70° con el nervio central, aunque estos son poco llamativos.
- El color de las hojas es un verde intenso, más oscuro en el haz y más pálido en el envés.
- Al romper una hoja de adelfa, desprende un olor amargo y desagradable.
- Las flores son grandes, de entre 3 y 5 cm de diámetro, y nacen agrupadas en ramilletes terminales conocidos como cimas corimbiformes.
- Podemos encontrarlas en una amplia gama de colores: rosa, rojizo, blanco y, menos frecuentemente, amarillo. A menudo se ven cultivares con flores múltiples o “dobles”, que tienen un gran número de pétalos.
- El cáliz está dividido en cinco dientes estrechos y agudos, mucho más cortos que el tubo de la corola, y puede ser peloso con tonos rojizos.
- La corola forma un tubo de unos 2-3 cm de largo, que se ensancha hacia el extremo y remata en cinco lóbulos que se abren en forma de estrella.
- En la terminación del tubo, justo donde se abre la corola, hay una “coronita” formada por apéndices desflecados.
- Posee cinco estambres, que se encuentran encerrados dentro del tubo de la corola y unidos a ella por sus filamentos. Las anteras tienen forma de flecha, con apéndices largos y peludos, y se disponen rodeando el estigma.
- El pistilo es muy peloso y el estilo está bien desarrollado.
- La adelfa florece durante el verano, a partir de junio. Sus flores son aromáticas y, en ocasiones, se utilizan en la fabricación de perfumes.
- El fruto de la adelfa es un doble folículo, lo que se describe como dos vainas alargadas.
- Son largos y estrechos, midiendo entre 8 y 16 cm de longitud. Su sección es redondeada y sus paredes son correosas.
- Al madurar, se abren por hendiduras laterales, liberando numerosas semillas.
- Estas semillas están cubiertas de abundantes pelos.
- La adelfa es un arbusto que suele alcanzar entre 1 y 5 metros de altura.
- Su tronco presenta una corteza lisa, de un tono pardo-ceniciento.
- Las ramillas jóvenes son verdosas, aunque a veces se tiñen de pardo o rojizo. Es un arbusto muy común en jardinería y se puede reproducir fácilmente por semilla, esqueje, acodo o injerto.
- Es crucial recordar que la adelfa es una planta extremadamente tóxica. Todas sus partes son venenosas.
- Contiene oleandrina, un heterósido cardiotónico, que es el responsable de su toxicidad. Incluso la miel que producen las abejas que liban en sus flores puede resultar tóxica.
- Al romper una hoja de adelfa, desprende un olor amargo y desagradable, a diferencia del laurel común (Laurus nobilis), que tiene un olor aromático característico.
- Además, sus hojas son planas y verdes por ambas caras, lo que ayuda a distinguirla del olivo (Olea europaea), cuyas hojas son acucharadas y blanquecinas por el envés.
- De hecho, popularmente se confunde a veces con la adelfilla (Bupleurum fruticosum) por la forma y consistencia de sus hojas.








